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viernes, 10 de julio de 2009

Tu nombre fue un secreto entre la tierra y un viejo sueño de trovadores de la calle perdida. Cuando nos encontramos, yo era un fugitivo de la guerra de un siglo vencido, y deseaba fundar tu cuerpo, toda el agua del Mar Rojo y una inmarchitable Rosa de la selva Americana. Tu venia de ciertos libros gloriosos; el milagroso traje hecho con el tinte azul de las tardes de septiembre y, en esa frente, una leve raya dejada por el viento de otra época.

Pasaron los trenes de la eterna madrugada mientras éramos solo esperanza, paso indetenible, insaciable profundidad. Desde el último camino te recuerdo, la memoria es tormento en las noches solitarias, y desde ese día sueño navegando en las rutas de tu cuerpo, fue un riachuelo de milagros y una cierta neblina de la colonia, a la hora en que los amantes se vuelven Gallos despertando los temores de la ciudad.

¿Qué somos ahora?, ¿Qué fuimos antes?, Preguntas que son cuchillo peligroso para la noche sin luces artificiales y espero lo inevitable, sonriendo con miedos acumulados. Es la cita con el destino, que nos arroja al vacio; el misterio se apodero de nuestra carne, pero siempre me quedara TU memoria infinita al lado de tenebrosos momentos, es que ya aprendí ha escupir las derrotas mirando los sueños.

Emilio Pino


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